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Sobrepeso: La cara real de la malnutrición en Latinoamérica - Obsevatorio de Nutrición y el Estudio del Sobrepeso y Obesidad
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Sobrepeso: La cara real de la malnutrición en Latinoamérica

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Unos 10 años atrás, la principal amenaza alimentaria en América Latina y el Caribe era la hambruna, la cual se ha ido reduciendo. Según la FAO, la tasa de subalimentación pasó de 11.4% en el periodo 2000-2002 a 6.1% en el periodo 2015-2017. Aunque aún hay alrededor de 39.3 millones de personas que padecen hambre, hoy en día, la población de la región tiene –en general– más acceso a la comida. Sin embargo, comer no es sinónimo de alimentarse.

“La hambruna en la región disminuyó brutalmente. Es un logro. Pero, mientras una parte de la gente sale del hambre y empieza a alimentarse, se alimenta mal. Entonces, la curva de obesidad y sobrepeso empieza a crecer. Es como una paradoja, donde tú no tienes más hambre, pero estás con mala nutrición. Sigues malnutrido”, explica João Intini, oficial de Políticas de Sistemas Alimentarios de la FAO para Latinoamérica y el Caribe.

El informe “Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional de América Latina y el Caribe 2018”, de la FAO, señala que la obesidad ya afecta a más de una quinta parte de la población adulta. De mantenerse la tendencia, al 2030 la proporción de población mayor de 18 años de la región con obesidad aumentaría a un 30%. Pero, ¿cómo se explica esa tendencia?

Se han dado cambios sociodemográficos que han llevado a una variación de la dieta. Cada vez más gente vive en grandes aglomeraciones urbanas, como Ciudad de México, Lima, Buenos Aires o Sao Paulo, que imponen un estilo de vida acelerado. “La gente está en las ciudades y come rápido. Ahí está la comida chatarra: una hamburguesa, una gaseosa y adiós”, comenta Intini.

Otro factor importante es el precio. El estudio de la FAO señala que los alimentos más saludables, como las frutas y las verduras, con frecuencia son más caros en promedio que los menos saludables, como los productos procesados con mayor densidad calórica. De hecho, el costo de los alimentos frescos ha aumentado en los países de ingresos bajos y medios, lo que afecta a los consumidores pobres. “La gente que tiene bajos ingresos accede a una alimentación que es barata y mala: mucha azúcar, mucha grasa, mucho sodio. Es la comida ultraprocesada. Llenas tu cuerpo de calorías, pero no te nutres”, agrega Intini.

Consecuencias y soluciones. La malnutrición por exceso, que causa el sobrepeso, tiene efectos sobre el medio ambiente (asociados al mayor uso de recursos) y, obviamente, también afecta la salud: la mala dieta con exceso de calorías, sumada a un estilo de vida sedentario, favorecen las enfermedades no transmisibles (como diabetes, males cardiovasculares, etc.). Ello, a su vez, genera consecuencias económicas. Por ejemplo, un estudio del impacto financiero de la obesidad y el sobrepeso en la salud de la población mexicana para el año 2014 concluyó que la malnutrición por exceso significó 0.4% del PIB para costos indirectos (mortalidad, absentismo, discapacidad) y del 0.9% del PIB para los directos (costos médicos y no médicos derivados de la morbilidad).

De acuerdo con la FAO, todas las subregiones de América Latina y el Caribe cuentan con una capacidad productiva que les permite satisfacer los requerimientos mínimos de frutas y verduras. De hecho, se calcula que el volumen de producción de dichos alimentos en la región es un 55% mayor al requerimiento mínimo necesario para una alimentación saludable. El reto, por lo tanto, es poner en el entorno del consumidor una amplia variedad de alimentos nutritivos, en cantidades adecuadas y a precios accesibles.

Lograr lo anterior es un trabajo articulado entre sociedad civil, productores, comerciantes, gobiernos y organismos. Para Joao Intini, es necesario desarrollar herramientas de integración de proveedores y consumidores, así como armonizar circuitos de abastecimiento, potencializar los mercados de abastos y fomentar la agricultura familiar, urbana y periurbana. Otro punto importante es fortalecer las políticas de educación alimentaria, sobre todo en las escuelas. “No se pretende prohibir un tipo de alimentación. Lo que queremos es que la alimentación de la comida chatarra no sea la de rutina”, manifiesta el experto.

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